jueves, 21 de julio de 2011

Espejo


En una esquina de la ciudad se encuentra un hombre que vende relojes, pulseras y anillos. No la va muy bien en el trabajo, pero él dice poder sobrevivir. La gente de la zona no lo conoce, no sabe de dónde viene, su nombre, ni cuáles son sus expectativas. Siempre se lo nota callado y cabizbajo. Puedo sentir su soledad.
En frente de él hay una casa de imitación de grandes cuadros de los mejores pintores del siglo XIX. Todos llaman la atención, pero hubo uno que siempre me arrancó los ojos y nunca pude olvidarme, dicen que es un cuadro de Edvard Munch. Ya hace meses que lo vengo observando y no puedo dejar de pensar en él.
El fin de semana pasado, estaba muy apurado y tenía que conseguir algún regalo para el cumpleaños de una amiga. No tuve otra opción que comprarle al hombre de la esquina. Conseguí un par de aros que parecían bastantes costosos. Mucho no pude hablar, apenas me dijo “12 pesos”. Un hombre de origen extranjero, será de Noruega posiblemente; tez oscura, de gran contextura física y una altura de casi 2 metros. Todos los días lo veo en el mismo lugar cuando salgo del trabajo.
No sé, pero por una cosa o por la otra siempre termino haciendo una asociación y mi cabeza se encuentra a punto de estallar. Estoy todo el día pensando en el cuadro y cuando no pienso en el cuadro pienso en el hombre que vende en la esquina. Veo la soledad y el frío, la angustia y la pena, tengo miedo, mucho dolor y ya me estoy fatigando. Fue como una especie de gualicho, nadie me lo puede sacar. Puede que ya esté alucinando.
El martes pasado fui al médico para que me dijera algo al respecto, este solo se me rió. Ya no encuentro la solución, comienza el día y, lo veo al hombre y lo veo al cuadro; transcurre la tarde y, lo veo al hombre y lo veo al cuadro; y así mismo cuando arriba la noche… lo veo al hombre y lo veo al cuadro.
Puede que ya me esté volviendo loco, o quizás que me vea reflejado en él, “en ellos”. Estoy muy solo, hace frío y tengo miedo.